Por:
María Delys Cruz Palenzuela
Hoy,
como tantas otras veces, nos inclinamos ante ti, no importa el tiempo
transcurrido de tu ascenso a la inmortalidad, cabalgas junto al
pueblo que te venera.
Porque
eres el héroe de palabra, machete y pluma de Las Minas, de
Altagracia, de Guáimaro, de Consuegra... de Jimaguayú, porque eres
El Mayor de todos los camagüeyanos, tu dignidad nos conmina a la
lucha cotidiano en ésta, tu tierra fertilizada con sangre y sudor
mambí.
Al
enemigo, tanto daño vivo como muerto, decía El Generalísimo; al
amigo, al compatriota que con la historia aprendió a amarte, tanto,
pero tanto bien, que no alcanzan las manos y los brazos agradecidos
para levantarlos con flores y cantos de alabanzas.
Porque
eres Ignacio, las mujeres nos sentimos Amalia.
Porque
eres el bravo y aguerrido jefe, el fiel compañero, los hombres se
sienten se sienten Sanguily, Reeve...
Tanta
es la devoción de los del Camagüey, que un día convirtieron tu
apellido en el patronímico imborrable e invencible de agramontinos.
No
habrá momento de festividad o tristeza en el que no contemos con el
respaldo de tu ¡Vergüenza!, que son vergüenzas, que es coraje, que
es firmeza y virilidad de pueblo.
Y
porque eres quien eres, y porque somos lo que somos, nos inclinamos
ante ti, Mayor General Ignacio Agramonte y Loynaz.
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